Fragmento del trabajo de la Oficina Sanitaria
Panamericana, Oficina Regional de la
Organización
Mundial de la Salud- de
María Angélica Kotliarenco
Ph.D.
Irma Cáceres
Marcelo Fontecilla
De
acuerdo a la literatura más reciente la asociación entre pobreza y situación de
adversidad ha estado
presente desde el siglo XIX (Chadwick, 1865 en Bradley et
al.,1994). Desde
entonces, la pobreza ha sido descrita como una condición adversa
que trae consigo
diversos factores de riesgo específicos, los que están presentes tanto en el
plano de lo físico,
como de lo mental y lo social. Garmezy (1993) señala que existe una
preocupación
creciente a nivel
internacional respecto de la crisis de la pobreza y de las consecuencias
que ésta ha mostrado
tener en la vida de los niños y niñas.
Respecto de la
pobreza autores como Garbarino (1995) y Parker et al. (1988, en Bradley,
1994), señalan que
los niños y niñas de la pobreza están sometidos a un doble riesgo. Por
una parte, están
expuestos con mayor frecuencia a situaciones tales como enfermedades físicas,
estrés familiar,
apoyo social insuficiente y depresión parental; especialmente en el caso
de la madre (Osborlan,
1990). Además, a partir de estos riesgos los niños de la pobreza están
expuestos a
consecuencias más serias comparados con sus pares de grupos sociales más
aventajados desde un
punto de vista social y económico. También se han mencionado otros
efectos, tales como
la mayor presencia de problemas de tipo conductual.
A fines de la década
del setenta, se iniciaron conversaciones en un nuevo dominio, relacionadas
con el desarrollo al
interior de las ciencias sociales del concepto de resiliencia. La discusión
en torno a este
concepto se inició en el campo de la psicopatología, dominio en el cual
se constató con gran
asombro e interés, que algunos de los niños criados en familias en las
cuales uno o ambos
padres eran alcohólicos, y que lo habían sido durante el proceso de desarrollo
de sus hijos, no
presentaban carencias en el plano biológico ni psicosocial, sino que
por el contrario,
alcanzaban una "adecuada" calidad de vida (Werner, 1989).
El enfoque de la
resiliencia parte de la premisa que nacer en la pobreza, así como vivir en
un ambiente
psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo para la salud física y
mental de las
personas. Más que centrarse en los circuitos que mantienen esta situación, la
1
1 I n t r o d
u c c i ó n
resiliencia se
preocupa de observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un
desarrollo
más sano y positivo.
Desde la década del
ochenta en adelante, ha existido un interés creciente por conocer
aquellas personas que
desarrollan competencia [do well]1 a
pesar de haber sido criadas en
condiciones adversas,
o bien en circunstancias que aumentan el riesgo de presentar psicopatologías
(Osborn, 1990). Este
grupo de personas ha sido denominado como resiliente.
De acuerdo a Rutter
(1979), existe una tendencia lamentable a centrarse en todo aquello
que resulta sombrío,
así como en los resultados negativos del desarrollo. La posibilidad de la
prevención surge al
aumentar el conocimiento y la comprensión de las razones por las cuales
algunas personas no
resultan dañadas por la deprivación. En 1979, el mismo autor señalaba
la importancia de
conocer los factores que actúan como protectores de las situaciones
de adversidad, pero
que resultaría aún más importante conocer la dinámica o los mecanismos
protectores que los
subyacen.
Por su parte, Werner
(1989) plantea que el tema de la resiliencia resulta importante, en
tanto a partir de su
conocimiento es posible diseñar políticas de intervención. Según esta autora,
la intervención desde
un punto de vista clínico puede ser concebida como un intento de
alterar el balance
presente en las personas, que oscila desde la vulnerabilidad a la resiliencia.
Esto puede ocurrir ya
sea, disminuyendo la exposición a situaciones de vida provocadoras de
estrés y que atentan
contra la salud mental (p.e. alcoholismo paterno/materno, psicopatología
de los padres o bien
a la separación o divorcio de éstos), o bien aumentando o reforzando
el número de factores
protectores que pueden estar presentes en una situación dada; por
ejemplo, reforzar
fuentes de apoyo y afecto, favorecer la comunicación y las habilidades de
resolución de
problemas.
Interés
por el enfoque de la resiliencia
De acuerdo a Rutter
(1966, 1987a, en Rutter 1990), el interés por estudiar el concepto de
resiliencia deviene
al menos de tres áreas de investigación. La primera proviene de la consistencia
que muestran los
datos empíricos respecto de las diferencias individuales que se observan
al estudiar
poblaciones de alto riesgo; observación referida a los hijos de padres
mentalmente
enfermos. En segundo
lugar, se hace mención de los estudios sobre temperamento,
2 Estado del arte en
resiliencia
1 Se utilizarán
corchetes [ ] para señalar el término en inglés de las palabras cuya traducción
resulte imprecisa.
implementados por
diversos investigadores en los Estados Unidos en la década del sesenta
(Thomas, Birch,Chess, Hertzing y Korn , 1963). En
tercer lugar, se menciona a Meyer (1957),
en relación a la
importancia que asigna al hecho de que a nivel de las personas es posible
observar las
distintas formas en que éstas enfrentan las situaciones de vida, así como las
experiencias
claves o los momentos
de transición.
En las publicaciones
que Rutter realizara en el año 1986, el autor da cuenta de las distintas
consideraciones que
estarían marcando la dirección hacia la cual van los resultados obtenidos
en estudios sobre
resiliencia. Rutter se refiere a los aportes que entrega un enfoque
psicobiológico,
en términos del
análisis de la interacción que en forma recurrente se da entre
las personas y el
medio ambiente; además, destaca el rol activo que tienen los individuos frente
a lo que les ocurre.
Finalmente, señala que la resiliencia no está ligada a la fortaleza o debilidad
constitucional de las
personas, sino que su comprensión incluye una reflexión respecto
de cómo las distintas
personas se ven afectadas por los estímulos estresantes, o bien sobre
cómo reaccionan
frente a éstos.
Por otra parte,
Rutter se refiere a lo que él denominó la negociación que las personas
hacen
frente a las situaciones de riesgo; bajo esta perspectiva la
atención se focalizó en los
mecanismos y no en
los llamados factores protectores.
Para quienes trabajan
tanto en el plano de la teoría como de la práctica en el ámbito de la
pobreza, el concepto
de resiliencia y aquellos afines a éste (p.e., factores y mecanismos
protectores)
abren un abanico de
posibilidades, en tanto se enfatizan las fortalezas o aspectos
positivos de los
seres humanos. Este enfoque resulta de interés, especialmente si se compara
con aquél que
prevaleció desde la década del sesenta, en el cual se subrayaban las carencias
o déficits que
presentaban los niños de la pobreza. Los programas basados en este último
enfoque tenían un
carácter compensatorio, en tanto tenían como objetivo suplir las carencias
de los niños de los
sectores populares. El enfoque de la resiliencia, por su parte, resalta los
aspectos positivos
que muestran las personas de la pobreza (Kotliarenco et al., 1992) y da
cuenta de las
posibilidades que éste abre para la superación.
Estado del arte en
resiliencia 3
Armando Waak/OPS
El
vocablo resiliencia tiene su origen en el idioma latín2 , en
el término resilio que significa
volver atrás, volver
de un salto, resaltar, rebotar3 . El término fue adaptado a
las
ciencias sociales
para caracterizar aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en
situaciones de alto
riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos y exitosos (Rutter, 1993).
A continuación, se
exponen algunas de las definiciones que, desde este campo, han desarrollado
diversos autores en
torno a este concepto:
Þ Habilidad
para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida
significativa
y productiva.
(ICCB,1994)
Þ Historia
de adaptaciones exitosas en el individuo que se ha visto expuesto a factores
biológicos
de riesgo o eventos
de vida estresantes; además, implica la expectativa de continuar
con una baja
susceptibilidad a futuros estresores (Luthar y Zingler, 1991; Masten y
Garmezy, 1985; Werner y Smith, 1982 en Werner y Smith,
1992).
Þ Enfrentamiento
efectivo ante eventos y circunstancias de la vida severamente estresantes
y acumulativos
(Lösel, Blieneser y Köferl en Brambing et al., 1989).
Þ Capacidad
humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas
o incluso ser
transformado por ellas. La resiliencia es parte del proceso evolutivo y
5
2 E l c o n c
e p t o d e
r e s i l i e n c i a
2 Diccionario Básico Latín-Español/Español-Latín.
Barcelona, 1982.
3 En la Enciclopedia
Hispánica se define resiliencia como la resistencia de un cuerpo a la rotura
por golpe. La
fragilidad
de un cuerpo decrece al aumentar la resiliencia. En
español y francés resiliencia se emplea en el
campo de la ingeniería
civil únicamente para describir la capacidad de un material de recobrar su
forma original
después de someterse a
una presión deformadora. La definición en el idioma inglés del concepto
resilience
es la tendencia a
volver a un estado original o el tener poder de recuperación [to rebound /
recoil / to spring
back]. En Norteamerica
se define como la propiedad que tiene una pieza mecánica para doblarse bajo una
carga y volver a su
posición original cuando ésta ya no actúa (Enciclopedia Salvat de la Ciencia y
de la
Tecnología, 1964).
debe ser promovido
desde la niñez (Grotberg, 1995).
Þ La
resiliencia distingue dos componentes: la resistencia frente a la destrucción,
esto es,
la capacidad de
proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más allá de
la resistencia, la
capacidad para construir un conductismo vital positivo pese a circunstancias
difíciles
(Vanistendael, 1994). Según este autor, el concepto incluye ade -
más, la capacidad de
una persona o sistema social de enfrentar adecuadamente las
dificultades, de una
forma socialmente aceptable.
Þ La
resiliencia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e
intrapsíquicos
que posibilitan tener
una vida sana, viviendo en un medio insano. Estos procesos
tendrían lugar a
través del tiempo, dando afortunadas combinaciones entre atributos del
niño y su ambiente
familiar, social y cultural. De este modo, la resiliencia no puede ser
pensada como un
atributo con que los niños nacen, ni que los niños adquieren durante
su desarrollo, sino
que se trataría de un proceso interactivo (Rutter, 1992) entre éstos y
su medio.
Þ La
resiliencia habla de una combinación de factores que permiten a un niño, a un
ser
humano, afrontar y
superar los problemas y adversidades de la vida (Suárez, 1995).
Þ Concepto
genérico que se refiere a una amplia gama de factores de riesgo y los
resultados
de competencia. Puede
ser producto de una conjunción entre los factores ambientales,
como el temperamento
y un tipo de habilidad cognitiva que tienen los niños cuando
son muy pequeños
(Osborn, 1993).
Þ Milgran
y Palti (1993) definen a los niños resilientes como aquellos que se enfrentan
bien [cope well] a
pesar de los estresores ambientales a los que se ven sometidos en los
años más formativos
de su vida.
Conceptos
relacionados con la resiliencia
Distinción
entre los conceptos de resiliencia e invulnerabilidad
Durante la década del
70 ganó popularidad el concepto de niño invulnerable, con el que se
aludía a algunos
niños que parecían constitucionalmente tan fuertes, que no cedían frente a
las presiones del
estrés y la adversidad. No obstante, este concepto resultaba confuso y, según
lo afirma Rutter
(1985), equivocado por al menos tres razones: la resistencia al estrés es rela-
6 Estado del arte en resiliencia
tiva, no absoluta, en
tanto no es estable en el tiempo y varía de acuerdo a la etapa del desarrollo
de los niños y de la
calidad del estímulo. Las raíces de la resistencia provienen tanto del
ambiente como de lo
constitucional, el grado de resistencia no es estable, sino que varía a lo
largo del tiempo y de
acuerdo a las circunstancias. Por estos motivos, en la actualidad se utiliza
preferentemente el
concepto de resiliencia.
Si bien, en las
primeras publicaciones alusivas a la resiliencia, se tendió a utilizar éste
concepto
como equivalente al
de invulnerabilidad, más tardíamente se han establecido claras distinciones
entre ambos, quedando
el concepto invulnerabilidad más bien en el campo de la
psicopatología.
Imprescindible
resulta también, en este plano, conocer el significado del vocablo
vulnerabilidad,
en tanto ésta es una
característica básica para la gestación de los comportamientos
resilientes; este
concepto será discutido más adelante.
El
concepto de competencia
De acuerdo a Luthar
(1993), es frecuente que los estudios sobre resiliencia se focalicen en
la capacidad de
competencia social, bajo el supuesto de que ésta refleja buenas habilidades
de enfrentamiento
subyacentes. Sin embargo, estudios recientes muestran personas que, si
bien se comportan en
forma competente en situaciones de alto riesgo, pueden a la vez ser vulnerables
frente a problemas
físicos o mentales (Werner y Smith, 1982, 1992, en Luthar,
1993). Ejemplo de
ello, son los estudios de Radke-Yarrow y Sherman (1990 ) que dan cuenta
de un grupo de niños
y niñas que junto con presentar alta vulnerabilidad al estrés, mostraban
un enfrentamiento
positivo.
De acuerdo a Sameroff
y Seifer (1990), los modelos conceptuales que están a la base de la
competencia intentan,
a diferencia de aquellos basados en la enfermedad, explicar la naturaleza
y las causas de los
desarrollos exitosos [successful developmental outcomes]. Estos autores
señalan que, los
modelos conceptuales utilizados tienden a ser de naturaleza conductual
[behavioral], a la vez
que, enfatizan escasamente en los procesos biológicos subyacentes. El
enfoque que señalan
estos autores, está cobrando cada vez mayor interés, particularmente en
las investigaciones
que estudian los procesos que están a la base del desarrollo; por ejemplo,
en las áreas en las
que se trabaja en torno a la capacidad de resolución de problemas (Masten
et al., 1978 en
Sameroff y Seifer, 1990).
El aspecto recién
mencionado resulta de especial interés, en tanto muestra que los estudios
Estado del arte en
resiliencia 7
que se basan en el
modelo de la competencia están bien articulados, dado que analizan cuáles
son las
características que identifican las influencias recíprocas que ocurren entre
los sistemas
sociales e
individuales, que son las que promueven un desarrollo adecuado en los niños
y niñas.
Utilizando este
modelo de análisis es posible identificar múltiples dominios de funcionamiento
competente en cada
uno de los niños [within individual children]. Esta multiplicidad
de dominios es la que
posibilita explicar las diferencias individuales que se observan a nivel
de los patrones de
competencia. Asimismo, han podido captar tipos de interacciones que se
producen entre padres
e hijos, como también el contexto en el cual éstas se manifiestan.
Una forma diferente
de aproximación para buscar una explicación a la competencia, consiste
en intentar encontrar
factores específicos que darían cuenta del desarrollo exitoso de
personas en las
cuales se predecían resultados deficientes, como consecuencia de estar
sometidos
a situaciones de alto
riesgo. Autores como Garmezy (1990), han utilizado el enfoque
recién descrito, y
basándose en él han estudiado los temas de resistencia al estrés,
invulnerabilidad
y resiliencia.
El
concepto de robustez [hardiness]
El concepto de robustez,
que según Levav (1995) podría ser considerado afín al de resiliencia,
ha sido definido como
una característica de la personalidad que en algunas personas
actúa como
reforzadora de la resistencia al estrés. La robustez ha sido definida como una
combinación de rasgos
personales que tienen carácter adaptativo, y que incluyen el sentido
del compromiso, del
desafío y la oportunidad, y que se manifestarían en ocasiones difíciles.
Incluye además la
sensación que tienen algunas personas de ser capaz de ejercer control
sobre las propias
circunstancias. Kobasa (1979; en Roth, 1989), describe evidencias respecto
de personas que han
mostrado escasos síntomas de enfermedad, pese a haber estado sometidas
a situaciones
provocadoras de estrés. Señala que éstas muestran mayor cantidad de
comportamientos
comprometidos, mayor
capacidad de control interno y de desafío, al ser comparados
con sus pares que se
estresan con frecuencia y que se enferman, como consecuencia
de ello, más
repetidamente.
Otros autores, en
este mismo ámbito, señalan que las mediciones que se han llevado a cabo
para evaluar la
capacidad de robustez de las personas, se han centrado en estudiar la ausencia
de síntomas de
desadaptación psicológica, más que en analizar características de personalidad
positivas (Houston,
1987). Este último autor señala que, la robustez puede no tener
8 Estado del arte en
resiliencia
un impacto directo
sobre la salud, sino que éste puede ser más bien indirecto afectando
primeramente
las prácticas de
vida, siendo éstas últimas las que afectarían a su vez la salud en
sentido positivo.
En esta misma
dirección, Kobasa et al.(1982, en Roth et al., 1989) señalan que, la capacidad
de robustez de las
personas tiene una influencia importante en la interpretación subjetiva
que éstas dan a los
acontecimientos de su vida.
Finalmente, Contrada
(1989) sostiene que las diferencias individuales que se observan en
la capacidad de
reacción a estímulos o situaciones estresantes son significativas, y que éstas
son una demostración
de las influencias que ejercen los factores constitucionales tanto como
los ambientales y la
interacción entre estos factores.
Estado del arte en
resiliencia 9
Armando Waak/OPS
Los
conceptos de vulnerabilidad y mecanismo protector han sido definidos (Rutter,
1990), como la
capacidad de modificar las respuestas que tienen las personas frente a
las situaciones de
riesgo. El concepto de vulnerabilidad da cuenta, de alguna forma, de
una intensificación
de la reacción frente a estímulos que en circunstancias normales conduce
a una desadaptación.
Lo contrario ocurre en las circunstancias en las cuales actúa un factor
de atenuación el que
es considerado como mecanismo protector. De esto se desprende
que vulnerabilidad y
mecanismo protector, más que conceptos diferentes constituyen el polo
negativo o positivo
de uno mismo. Lo esencial de ambos conceptos, es que son sólo evidentes
en combinación con
alguna variable de riesgo.
Vulnerabilidad
Reichters y Weintraub
(1990) consideran importante distinguir entre lo que ellos denominan
desadaptación y el
concepto de vulnerabilidad. Argumentan que, un comportamiento desadaptado
en edades tempranas
no es sinónimo de ser vulnerable a algún desorden, sea éste
adquirido o heredado.
Esta observación la hacen sosteniendo que la mayor parte de las consideraciones
respecto de la
desadaptación que tienen ciertos comportamientos infantiles, se
basan en evaluaciones
de los padres, profesores, pares y/o entrevistadores. Es así como, los
niños y niñas que se
desvían de alguna forma del comportamiento promedio que muestra su
grupo de referencia,
son considerados desadaptados. Los comportamientos que presentan
pueden de hecho
aparecer como desadaptados, sin embargo, este desajuste puede resultar
adaptativo a las
características de su familia en un momento determinado. Estos mecanismos
de adaptación se
manifiestan especialmente en hijos de padres esquizofrénicos.
De acuerdo a
Radke-Yarrow y Sherman (1990), al revisar el concepto teórico de vulnera-
11
3 P r o c e s
o s d e
v u l n e r a b i l i d a
d
y p r o t e c c i ó n
bilidad quedan, dos
aspectos a precisar. Uno de éstos es la necesidad de hacer distinciones al
interior de este
concepto. Es así como, una alternativa es entender vulnerabilidad como un
fenómeno perceptible
en el cual un cierto nivel de estrés, resulta en conductas desadaptativas.
Por otra parte, el
concepto de vulnerabilidad alude a una dimensión continua del comportamiento
que se mueve desde
una adaptación más exitosa al estrés, a una menos exitosa.
El segundo aspecto a
precisar, tiene que ver con el significado de los conceptos de riesgo
y de factores
protectores. Las autoras se preguntan si estos conceptos deben ser considerados
universales, o si más
bien están ligados a las características de las personas. Esto dice relación
con el hecho de que
el significado que cobra para distintas personas un determinado
acontecimiento
estresor, es dependiente de las capacidades cognitivas y emocionales de cada
una de ellas. Quizás,
sostienen las autoras, sea necesario considerar las características de las
personas para lograr
una adecuada comprensión de los factores y/o procesos que ya sea las
protegen o bien
aumentan su vulnerabilidad.
Es importante
destacar que Rutter (1990) señala que, una misma variable puede actuar
bajo distintas
circunstancias, tanto en calidad de factor de riesgo como de protector. Es así
como, por ejemplo,
para un adulto el hecho de perder el trabajo puede dar lugar a una depresión,
y sin embargo el
hecho de estar desempleado por un tiempo prolongado, puede actuar
como factor de protección
en relación a otros acontecimientos vitales amenazantes.
Factores
protectores
El concepto de factor
protector alude a las ...influencias que modifican, mejoran o alte -
ran
la respuesta de una persona a algún peligro que predispone a un resultado no
adaptativo
(Rutter, 1985). Sin
embargo, esto no significa en absoluto que ellos tengan que constituir
experiencias
positivas o benéficas, con respecto a las que difieren en tres aspectos
cruciales
(Rutter, 1985):
• Un factor protector
puede no constituir un suceso agradable, como se ha hecho evidente
en varios estudios
sobre experiencias tempranas de estrés en animales, y su asociación a
la resistencia a
experiencias posteriores del mismo tipo (Hennesy & Levine, 1979; Hunt,
1979; en Rutter,
1985). En ciertas circunstancias, por lo tanto, los eventos displacenteros
y potencialmente
peligrosos pueden fortalecer a los individuos frente a eventos similares.
Por supuesto, en
otras circunstancias puede darse el efecto contrario; es decir que, los
eventos estresantes
actúen como factores de riesgo, sensibilizando frente a futuras experiencias
de estrés.
12 Estado del arte en
resiliencia
• Los factores
protectores, a diferencia de las experiencias positivas, incluyen un componente
de interacción. Las
experiencias positivas actúan en general de manera directa, predisponiendo
a un resultado
adaptativo. Los factores protectores, por su parte, manifiestan
sus efectos ante la
presencia posterior de algún estresor, modificando la respuesta del
sujeto en un sentido
comparativamente más adaptativo que el esperable. Este proceso ha
sido observado, por
ejemplo, en el efecto que han tenido varios programas preventivos de
preparación de los
niños y sus familias para enfrentar los eventos de hospitalización de
los primeros, disminuyendo
significativamente las tasas de perturbación emocional en el
hospital (Wolkind & Rutter, 1985; en Rutter,
1985).
• Un factor protector
puede no constituir una experiencia en absoluto, sino una cualidad o
característica
individual de la persona. Las niñas, por ejemplo, parecen menos vulnerables
que los niños ante
diferentes riesgos psicosociales (Rutter, 1970; 1982; en Rutter,
1985).
En resumen, la
diferencia crucial entre los procesos de vulnerabilidad/protección, por una
parte, y las
experiencias positivas y los factores de riesgo, por otra, es que éstos últimos
llevan
directamente hacia un
desorden (leve o severo) o beneficio, mientras que los primeros
operan indirectamente
y tienen efectos sólo en virtud de su interacción con la variable de
riesgo.
El
concepto de mecanismo en los procesos de
vulnerabilidad/protección
Rutter (1990) señala
que es importante identificar los factores de riesgo y protección en
tanto éstos permiten
predecir resultados negativos o positivos en el proceso de desarrollo del
niño. Ello, en tanto
es probable que jueguen roles claves en el proceso involucrado en las
respuestas
de las personas a las
situaciones de riesgo. Afirma que, estos conceptos tendrían un
valor limitado como
medio de encontrar nuevas aproximaciones a las estrategias de prevención.
Además, es necesario
hacer notar, tal como se menciona más adelante, que muchas y
muy diversas
variables pueden constituir un factor de protección en una situación, y como
factor
de vulnerabilidad o
riesgo en otra (Rutter, 1990). Por estas razones, este autor indica que
la búsqueda debería
dirigirse, antes que hacia factores o variables asociadas con los procesos
de vulnerabilidad y
protección, a los mecanismos situacionales y del desarrollo que den
cuenta del modo en
que éstos procesos operan.
Estado del arte en
resiliencia 13
Rutter (1990) afirma
que, tanto la vulnerabilidad como la protección son procesos interactivos.
Ambos, más que ser
atributos permanentes o experiencias, son procesos que se relacionan
con momentos claves
en la vida de una persona. Resulta de mayor precisión utilizar el término
de mecanismo
protector cuando una trayectoria que era previamente de riesgo, gira en
dirección positiva y
con una mayor probabilidad de resultado adaptativo. De igual modo, un
proceso será
considerado de vulnerabilidad cuando una trayectoria previamente adaptativa se
transforma en
negativa. Por estos motivos no es suficiente afirmar que, por ejemplo, el logro
escolar o la
autoeficacia son protectores (aunque lo son); debemos preguntarnos cómo estas
cualidades se
desarrollaron y cómo cambiaron la trayectoria de vida y de allí concluir que
son
de hecho positivos.
Es preferible referirse más a procesos protectores que a ausencia de
vulnerabilidad,
en aquellas
situaciones en que los mecanismos involucrados en la protección
parecen ser distintos
a aquellos involucrados en los mecanismos de riesgo (Rutter, 1990).
Por su parte,
Reichters y Weintraub (1990) consideran que los mecanismos protectores son
tanto los recursos
ambientales que están disponibles para las personas, como las fuerzas que
éstas tienen para
adaptarse a un contexto. Además, son característicos de los niños y niñas
que son tanto
considerados de alto riesgo como que no muestran signos tempranos de
desviación,
en términos de salud
mental.
Según Werner (1993)
los factores protectores operarían a través de tres mecanismos diferentes:
• Modelo
compensatorio: los factores estresantes y los atributos individuales se
combinan
aditivamente en la
predicción de una consecuencia, y el estrés severo puede ser contrarrestado
por cualidades
personales o por fuentes de apoyo.
• Modelo del desafío:
el estrés es tratado como un potencial estimulador de competencia
(cuando no es
excesivo). Estrés y competencia tendrían una relación curvilínea.
• Modelo de
inmunidad: hay una relación condicional entre estresores y factores
protectores.
Tales factores
modulan el impacto del estrés en calidad de adaptación, pero pueden
tener efectos no
detectables en ausencia del estresor.
Los
factores distales y proximales
Algunos autores
(Bradley et al., 1994; Scarr, 1985) han puesto énfasis en la importancia que
tiene al trabajar en
pobreza, o bien en otras situaciones que han sido descritas como adversas,
el distinguir entre
variables de riesgo distales, que no afectan directamente al sujeto, pero
14 Estado del arte en
resiliencia
que actúan a través
de mediadores, y las variables de riesgo proximales que interactúan
directamente
con el sujeto. De
acuerdo a Baldwin et al. (1992), los términos distal y proximal
deberían entenderse
como los extremos de un continuo en el que, por ejemplo, algunas variables
distales son más
propiamente distales que otras. Así, existiría una cadena causal que
comienza con la
variable distal (p.e., pobreza), actuando a través de sus consecuencias sobre
las variables
mediadoras (p.e., ansiedad maternal), para afectar al niño a través de una o
más
variables proximales
(p.e., irritabilidad de la madre).
Los autores recién
mencionados señalan que los factores distales, que han sido denominados
macrosociales por
autores como Bronfenbrenner (1979b), no afectarían directamente al
niño (Baldwin,
Baldwin & Cole, 1992), pero tendrían un efecto sobre algunos de los
procesos
o comportamientos que
ocurren a nivel proximal. La importancia que adquiere el destacar
este punto en este
trabajo, radica en el hecho de que un proceso de intervención puede tener
como objetivo viable
la modificación o el refuerzo de algunas las variables proximales, puede
ser esto a través de
los mediadores, pudiéndose alcanzar a este nivel resultados positivos. No
ocurre lo mismo con
los factores distales, quedando éstos más bien en manos de las decisiones
políticas de tipo
macrosocial, y no sujetos a intervenciones psicosociales específicas.
Del mismo modo, es
relevante subrayar el hecho de que las variables proximales asociadas
a un resultado
exitoso en un ambiente distal de alto riesgo pueden no ser las mismas que
las asociadas al
éxito en ambientes de bajo riesgo, puesto que ambos ambientes constituyen
un contexto distinto
para el operar de las familias. Al respecto se ha observado que, por ejemplo,
la competencia
cognitiva de niños de familias en ambientes de alto riesgo se asociaría a
políticas de crianza
más restrictivas y autoritarias, que aquellas observadas en familias pertenecientes
a ambientes de bajo
riesgo con niños cognitivamente competentes (Baldwin,
Baldwin & Cole,
1992). Esta situación obedecería a la presencia de riesgos y tentaciones reales
que enfrentan los
niños de familias en ambientes de alto riesgo, frente a lo cual estas familias
actuarían de un modo
más restrictivo como una estrategia de protección. Por este motivo,
como afirman Baldwin
et al. (1992),
Las
políticas familiares que protegerán a un niño de los elementos nocivos en
un
ambiente de alto riesgo pueden limitar innecesariamente las oportunidades
de
un niño en un ambiente de bajo riesgo. Del mismo modo, incentivar lo que
sería
una autoconfianza razonable para un niño en un ambiente de bajo riesgo
podría
abrumar las capacidades de adaptación de un niño en un ambiente
de
alto riesgo. Para comprender realmente los procesos familiares es esencial
Estado del arte en
resiliencia 15
reconocer
la naturaleza del ambiente. Si vamos a recomendar estrategias
parentales
para las familias en ambientes de alto riesgo, debemos seleccionar
aquellas
que operarán exitosamente en un ambiente de alto riesgo.
Desde una perspectiva
distinta, Garbarino (1995) sostiene que el riesgo que implica la
situación de pobreza
no está dada por la presencia de los factores de riesgo, ni por la calidad
de éstos, sino que es
producto de la acumulación de factores de este tipo. Por otra parte, este
autor no sólo no hace
mención a la distinción entre factores distales y proximales, sino que
los considera
equivalentes.
Importante, resulta
revisar el tipo de variables que para este autor pueden, si ocurren simultánea
y acumulativamente,
constituir riesgo. En una de sus publicaciones, Garbarino (1995)
sostiene que es
posible visualizar, a través de la baja competencia intelectual que alcanza la
mayoría de los niños
de la pobreza, el efecto deprivador de ésta. A través del gráfico, se muestra
como la disminución
en el coeficiente intelectual de los niños es producto de la actuación
simultánea de más de
un factor de riesgo.
Mecanismos
mediadores en los procesos de riesgo y protección
De acuerdo con lo
anteriormente señalado, las variables distales están ligadas a los resultados
sólo
probabilísticamente posibles, y no a través de una relación causal directa
(Baldwin,
Baldwin & Cole,
1992). Por esta misma razón, el nexo entre una variable distal y su
consecuencia
no es inevitable.
Así, se abre la posibilidad de que niños pertenecientes a grupos considerados
de alto riesgo
psicosocial, presenten un desarrollo positivo. En efecto, si los factores
mediadores son más
favorables de lo esperado en consideración con las variables distales,
el ambiente proximal
en el que se encuentra el niño puede resultar de menor riesgo que
lo sugerido por tales
variables (Baldwin, Baldwin & Cole, 1992)
Respecto de este
punto, Luthar (1993) señala que es importante hacer algunas precisiones,
previo a considerar
el rol que asumen los factores protectores. Esto último apunta al hecho
de que muchos de los
niños considerados resilientes podrían ser simplemente aquellos que
han enfrentado menos
influencias negativas. Puesto que la familia (mediadora) controla
muchas de las
variables que interactúan en forma directa con la vida del niño, puede darse la
situación de que el
ambiente familiar sea favorable a pesar de encontrarse inserto en un
ambiente distal de
alto riesgo (Baldwin, Baldwin & Cole, 1992). En estos casos, según Baldwin
et al. (1992) serían
las familias, más que los niños, las resistentes al estrés.
16 Estado del arte en
resiliencia
Rutter (1990),
sostiene que la resiliencia alude a las diferencias individuales que muestran
tener las personas
entre sí, al estar enfrentadas a situaciones de riesgo. Es así como, las
experiencias
que provoca una misma
variable proximal, pueden ser percibidas de forma muy diferente
por distintas personas.
Para ejemplicar esto, Luthar (1993) se refiere al hecho de que
un estilo parental
autoritario puede constituir en algunas familias una variable proximal de
alto riesgo y, en
otras, puede no serlo. En consecuencia, para que el concepto de resiliencia
tenga sentido, debe
referirse a las respuestas que muestran tener las personas enfrentadas a
una cierta dosis de
riesgo. No se trata, por lo tanto, de que las personas hayan estado sometidas
a una dosis menor de
riesgo (Rutter, 1990).
Respecto de este punto,
Richters y Weintraub (1990), destacan la necesidad de diferenciar,
entre lo que
denominan riesgo estadístico y vulnerabilidad. A modo de ejemplo, ellos señalan
que aún cuando las
cifras estadísticas indiquen que entre el 10% y 15% de los hijos de padres
esquizofrénicos
desarrollan esquizofrenia, esta cifra nada indica respecto de los riesgos que
una situación de este
tipo implica para los hijos.
Tan importante como
lo anterior, resulta según Luthar (1993), el reconocer que no es posible
identificar con exactitud
los factores proximales que afectan un determinado resultado, o
demostrar
concluyentemente las variables que constituyen factores de riesgo.
Estado del arte en
resiliencia 17
Coeficiente
intelectual como función de acumulación de riesgo
en niños de
4 años
Número de factores de
riesgo
Rutter (1990), da
cuenta de diversos mecanismos de mediación entre variables, que actuarían
como predictores en
los procesos protectores. A través de un efecto catalizador indirecto
de una variable sobre
otra, se modificarían los resultados de la interacción de la última
con un factor de
riesgo. Este autor destaca cuatro de ellos:
• Los que reducen el
impacto del riesgo, a través de dos maneras: alterando el significado
que éste tiene para
el niño, o modificando su participación en la situación de riesgo. En
el primer caso, es
posible modificar el proceso cognitivo, y por lo tanto, la apreciación
que una persona tiene
de determinada situación de riesgo mediante, por ejemplo, la inoculación
contra el evento
estresante provista por la exposición controlada a él en circunstancias
que faciliten una
adaptación exitosa, por ejemplo, en el caso de la hospitalización
de un niño. Por otra
parte, es posible disminuir el involucramiento o la exposición
al riesgo, por
ejemplo, supervisando a los niños de modo de evitar que participen en tales
situaciones y/o
entregándoles retroalimentación acerca de cómo ellos están manejando la
situación.
• Los que reducen la
probabilidad de las reacciones negativas en cadena, es decir, aquellas
que se dan luego de
haber estado expuesto a la situación de riesgo y que perpetúan los
efectos del mismo.
• Los que promueven
el establecimiento y mantención de la autoestima y autoeficacia. De
éstos, las
experiencias más relevantes son las relaciones afectivas seguras y armónicas, y
el éxito en tareas
que son importantes para la persona.
• Las experiencias o
momentos claves en la vida de una persona, que son capaces de crear
oportunidades de
desarrollo adaptativo, y que marcan continuidad en la trayectoria vital
del individuo.
De acuerdo a
Fergusson y Lynskey (1996), los resultados de sus investigaciones sobre
adolescentes,
mostraron que hay
algunos factores que distinguen entre el grupo que se comporta
en forma resiliente
de aquél que no lo hace. Así, indican que en la etapa adolescente la diferencia
entre ambos grupos,
radica en que, aquellos que han estado menos expuesto a los
ocho años, a la
adversidad familiar, rendían a un mejor nivel intelectual, mostraban menor
cantidad de
relaciones con pares que hubiese realizado actos delictivos y, según las
entrevistas,
con menor frecuencia
buscaban participar en actos novedosos que podían implicar algún
tipo de riesgo a los
16 años de edad.
18 Estado del arte en
resiliencia
La
pobreza ha sido descrita como una condición especialmente generadora de dolor y
estrés. Diversos
autores la sitúan en la misma línea que el vivir con padres que presentan
patologías mentales
severas como la esquizofrenia, o bien con padres que sufran de
otros cuadros de
alteraciones psicopatológicas (Fonagy et al., 1994). Otros autores (Sameroff
y Seifer, 1990),
señalan que la pobreza, o bien el pertenecer a grupos minoritarios, significa
estar expuesto a
situaciones que provocan un mayor deterioro que el hecho de ser criado por
una madre con alteraciones
psicopatológicas graves. Agregan que la situación que genera un
mayor daño, es
aquella en la cual están presentes tanto la pobreza como la patología mental.
Los niños pobres y
sus familias están expuestos, a menudo, a condiciones precarias que
atentan contra la
salud mental y física. Como es, por ejemplo, el hecho de que estas personas
frecuentemente deben
habitar en lugares de alta densidad poblacional, lejos de los centros
urbanos y de mayor
contaminación ambiental, dada la falta de lugares adecuados donde
depositar la basura,
y la escasez de áreas verdes. Además, el vivir en lugares húmedos y sucios,
el hacinamiento, la
falta de espacio, la preocupación de que los niños jueguen en lugares
inseguros,
el riesgo de salir de
noche, con calles mal iluminadas y la irregularidad del transporte
público. Lo
mencionado señala Blackburn (1991), deriva en conductas de aislamiento,
incertidumbre y
sensación de vulnerabilidad.
De acuerdo a
Blackburn (1991), para muchas de las familias que viven en condiciones de
pobreza, los
sentimientos de culpa y la preocupación son vivencias cotidianas. La dificultad
para satisfacer las
necesidades básicas gatilla en los padres estos sentimientos, al verse
fracasados
en su rol de
proveedor(a) y/o administrador(a). Es frecuente que deban trabajar horas
extraordinarias para
aumentar sus ingresos o tener dos jornadas, como es el caso de las mujeres
que trabajan fuera
del hogar.
Esta condición puede
afectar la estabilidad y buen desarrollo de las relaciones familiares.
Algunos autores
señalan que, en muchas ocasiones, las reacciones de los padres que viven en
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